Aquella idea que empezó a germinar Marcelo Ebrard en abril, cuando Estados Unidos amenazó con la imposición de un arancel de 25% a automóviles, camiones ligeros y autopartes, terminó monopolizando las proyecciones de analistas y empresarios. En los brindis de fin de año, ya casi nadie habla de libre comercio con Estados Unidos. El escenario “exitoso”, dicen, será quedar en la mejor posición arancelaria relativa frente al resto del mundo. Todos menos la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), que no abandonan la idea del arancel cero.
El objetivo viene cumpliéndose hasta ahora. El arancel promedio que EU aplicó a México a septiembre de 2025 fue de 4.69%, de acuerdo a las estadísticas oficiales del Census Bureau. Con ese guarismo, México quedó en el puesto número 8 de los 35 países que explican el 92.9% del total de importaciones de EU.
“El 86.07% de lo que EU importó desde México cumplió con el T-MEC, un salto desde el 84.36% de agosto y muy por encima de la primera mitad del año, cuando el cumplimiento estuvo por debajo del 50%”, complementó el equipo de análisis económico de Grupo Financiero Base que lidera Gabriela Siller.
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Dentro de los que se bajaron del ring del libre comercio destacan los empresarios del CCE. En su primera conferencia como presidente, José Medina Mora aseguró que uno de los objetivos de su gestión será acompañar al gobierno en la revisión del tratado, no solo para que continúe, sino para negociar mejores condiciones arancelarias frente a los países con los que México compite. “El T-MEC seguirá, pero con aranceles”, dijo resignado.
El mensaje se repitió en los desayunos de fin de año del Citi, Franklin Templeton, y el Grupo Financiero Base. “La renegociación debe evaluarse no contra el tratado actual, sino contra el resto del mundo. Eso es lo que definirá si México seguirá siendo competitivo”, dijo Julio Ruiz.
Ramsé Gutiérrez, de Franklin Templeton, coincide en que el resultado probablemente será menos favorable en términos absolutos, pero mejor que el de otros países: “México podría quedar con aranceles de 5% en promedio, mientras que sus pares enfrentarían tarifas de 30% o 40%, más costos logísticos superiores”.
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Hasta el ex negociador Kenneth Smith asume que un buen escenario será en el que México minimice al máximo las presiones para imponer cupos, barreras técnicas o nuevas tarifas. Si bien asume que la conversación debe iniciar desde la exigencia de cero aranceles, el resultado “debe medirse de forma relativa”, repite.
La única voz que se mantiene firme en la defensa del libre comercio total viene de la AMIA. Su director, Rogelio Garza, insistió en que la exigencia para ambos gobiernos debe ser la eliminación total de los aranceles que afectan al sector, porque ni siquiera responden a problemas propios de la industria. Dijo que no aceptarán una simple reducción. “Vamos por el 0%, y lo ideal es que sea antes de junio, cuando inicia la revisión del T-MEC”.
El derrotero de los aranceles
La escalada arancelaria comenzó el 4 de marzo, cuando Washington impuso un 25% general respaldado en la ley IEEPA. Ese primer golpe abarcó 15.24% de las exportaciones mexicanas a EU, y marcó el tono del resto del año.
Ocho días después, el 12 de marzo, llegó la primera escalada al acero y aluminio: comenzó con 25% y subió a 50% el 4 de junio, apoyado en la Sección 232. Sólo afecta 2.31% de las exportaciones a EU, según el Base.
El 3 de abril se sumaron los automóviles, camiones ligeros y autopartes, también bajo la Sección 232. Ese movimiento dejó expuesto a un cuarto del total exportado: 25.31%. Para la industria automotriz fue la señal más clara de que el trato preferencial del T-MEC ya no era garantía. Y el 23 de junio, Washington amplió el alcance al extender los aranceles del acero y aluminio al contenido de esos metales en electrodomésticos, nuevamente bajo la Sección 232.
La presión siguió creciendo en sectores específicos. El 14 de julio se impuso un arancel de 17.09% a los tomates mexicanos, autorizado por el Tribunal de Comercio Internacional de EU, que tocó 0.62% de las exportaciones. El 1 de agosto, se aplicó un arancel de 50% al cobre -otra vez con la Sección 232-, que afectó 0.19% del total enviado a ese mercado. En octubre llegaron las tarifas a madera blanda y aserrada (10%) y a gabinetes, tocadores y tapizados (25%), con un impacto equivalente a 1.94% de las exportaciones. Y en noviembre se sumaron los camiones pesados (25%) y los autobuses (10%), que cubren 6.42% de lo exportado.
